Real Time Web Analytics

sábado, 10 de mayo de 2025

Out of Step, el puñetazo sonoro que definió el straight edge.


Minor Threat – Out of Step.
Formato: Vinilo, 12”, 45 rpm, EP, reissue, remastered, recut.
Edición: 2008 – USA.
Sello: Dischord Records – DIS 10V.
Género: Rock.
Estilo: Hardcore, Punk.
(Colección Vynil 33 de Mulsanne Stone).

Minor Threat surgió a finales de 1980 en Washington D.C., en pleno auge del hardcore punk de la Costa Este, con un cuarteto fundado por Ian MacKaye (voz), Lyle Preslar (guitarra), Brian Baker (bajo) y Jeff Nelson (batería). Más que un simple grupo, fueron una declaración de principios: velocidad extrema, letras directas y una ética “straight edge” que rechazaba el alcohol y las drogas. Gracias a esa coherencia brutal entre mensaje y música y a su modelo DIY de autoproducción a través de Dischord Records, se convirtieron en uno de los referentes más influyentes del punk.


Fue en enero de 1983 cuando Out of Step vio la luz por primera vez: un vinilo editado en Estados Unidos por Dischord, con portada en blanco y negro, diseño de fanzine y prensado estándar. Aquella edición capturó la tensión y urgencia de una escena que buscaba redefinirse. Con una producción mínima, casi áspera, cada tema sonaba como un puñetazo directo: riffs cortantes, redobles vertiginosos y la voz de MacKaye al filo de la exasperación.

Veinticinco años después, en 2008, Dischord recuperó Out of Step en una edición remasterizada made in USA, disponible en vinilo de 180 g. Aquí es donde el crujido primigenio del hardcore se encuentra con una fidelidad sorprendente: los matices del bajo de Brian Baker y la precisión de la batería de Jeff Nelson emergen con una claridad inédita, sin sacrificar esa aspereza esencial. Los golpes de caja retumban con viveza, y el zumbido natural del surco mantiene viva la sensación de documento histórico.



Al escuchar “Betray”, notas cómo la nitidez del nuevo máster permite distinguir cada sílaba del reproche de MacKaye, mientras los riffs secos de Preslar cortan el aire con punzante urgencia. Cuando irrumpe “Out of Step (With the World)”, ese himno de disidencia personal, el vinilo remasterizado otorga cuerpo al bajo y brillo al golpe de bombo, reforzando el mantra straight edge que marcó a toda una generación: esas consignas de “no drogas, no alcohol, no tabaco y autocontrol” que Minor Threat convirtió en himno de resistencia personal, y que conectaron con miles de jóvenes buscando una forma de vida alternativa y coherente en el contexto punk de los 80.

En la portada, el arte original de Don Zientara se reproduce con total fidelidad: tipografía de recorte casero, fotografía en blanco y negro y esa estética de fotocopia que remite a los fanzines de los primeros ochenta. Es un guiño perfecto a la filosofía de Minor Threat: honestidad radical, política de “hazlo tú mismo” y absoluta coherencia entre forma y contenido.



Quizá la única “pega” sea que el grano más crudo de las prensadas de los ochenta pierde algo de profundidad frente a la limpieza del máster, pero la ventaja es que ahora aprecias detalles en la percusión y las líneas de bajo que antes quedaban difuminados.


En definitiva, la edición de 2008 de Out of Step permite redescubrir la fuerza bruta de Minor Threat sin sacrificar la textura áspera que define al hardcore primigenio. Es, al mismo tiempo, un documento histórico y una puerta de entrada para nuevos oyentes que quieran experimentar el sonido y la integridad ética que hicieron de esta banda un referente imperecedero.







viernes, 9 de mayo de 2025

Cheap Thrills, la furia controlada de Janis Joplin.


Big Brother & the Holding Company – Cheap Thrills.
Formato: Vinilo, LP, Album, Reissue.
Edición: Spain – 1970.
Sello: CBS - Columbia Broadcasting System, Inc., USA.
Género: Rock.
Estilo: Folk Rock, Blues Rock, Psychedelic Rock.
(Colección Vynil 33 de Mulsanne Stone).

Big Brother & the Holding Company nació a mediados de 1965 en el bullicioso entorno del distrito de Haight-Ashbury en San Francisco, cuando jóvenes músicos de la escena folk-blues de la ciudad decidieron unir sus fuerzas para explorar sonidos más eléctricos y experimentales. Fundados por el bajista Peter Albin y el guitarrista Sam Andrew, a ellos se sumaron pronto el guitarrista James Gurley y el batería Dave Getz, conformando un cuarteto ávido de romper con los moldes tradicionales del blues.

Sus primeras actuaciones en cafés y clubes como The Fillmore Auditorium o The Avalon Ballroom fueron caldeando el ambiente psicodélico de la Costa Oeste, mientras el manager y promotor Chet Helms los impulsaba en el circuito underground, consiguiéndoles una leal base de seguidores y la atención de la incipiente prensa musical.

El sonido de Big Brother en esos primeros meses era crudo y directo: armonías de guitarra saturada alternadas con pasajes de ritmo sincopado, alimentados por la electricidad de la juventud y la contracultura que bullía en la ciudad. Fue en este inestable pero emocionante caldo de cultivo donde descubrieron a una voz privilegiada: Janis Joplin, cuyo carisma y fuerza vocal se integraron al grupo a principios de 1966. Con ella, la banda encontró no solo una líder capaz de trascender géneros, sino también una energía escénica que los catapultó de los garitos locales a escenarios cada vez más grandes, sentando las bases de lo que sería su ascenso meteórico en el verano del amor y, más tarde, la grabación de su obra más icónica.


En lo que fue un rápido giro creativo tras su explosiva incorporación a la escena de San Francisco, Big Brother & the Holding Company entró en los Sunset Sound Studio de Los Ángeles en marzo de 1968 para dar forma a lo que acabaría siendo Cheap Thrills. Bajo la producción de John Simon, el grupo aprovechó la química en directo que habían ido pulido en las giras locales, pero con la ambición de capturar tanto la electricidad del escenario como la precisión del estudio.

El ingenioso añadido de aplausos “falsos” en el mezclador buscaba trasladar esa energía de club al vinilo, sin renunciar a una calidad de sonido que respetara cada gruñido de Janis, cada rasgueo de guitarra y cada embestida de la sección rítmica. El resultado fue un álbum que, en lugar de emular un directo al uso, se convirtió en la mejor intersección posible entre la espontaneidad de su música y la cálida fidelidad analógica de los años sesenta.

Desde el primer giro de la aguja, Cheap Thrills te catapulta a la furia controlada de Janis Joplin y Big Brother & the Holding Company: Janis, con su voz rasgada y apasionada, te atraviesa el pecho mientras James Gurley despliega riffs crudos y Sam Andrew añade punteos agudos que chisporrotean. Peter Albin y Dave Getz anclan el ritmo con un contrabajo firme y una batería precisa, y la edición española de 1970 (CBS S-63392) los captura a todos con una calidez analógica que solo un prensado europeo de casi 180 g puede ofrecer.

La emblemática y mítica portada dibujada por el autor underground Robert Crumb se reproduce con fidelidad y sin florituras innecesarias. El prensado sólido del disco atenúa apenas los agudos para dar una calidez que penetra el alma. La edición española de CBS no incluye libreto interior, pero esa austeridad solo refuerza el encanto del vinilo como objeto: una pieza para melómanos que disfrutan del ritual de limpiar el disco, colocar la aguja y dejarse llevar por la magia analógica.


Arranca la cara A con “Combination of the Two”, un vendaval que te estremece: el riff insistente de Gurley se entrelaza con el empuje sincopado de Getz y la narración de Joplin, que en cada verso escupe rabia y vulnerabilidad. Sin transición brusca, “I Need a Man to Love” rasga esa tensión con una melodía más íntima, donde la guitarra de Andrew susurra acordes húmedos y la voz de Janis desafía convenciones al filo de la emoción.

En “Summertime” la banda se sumerge en un cruce entre blues y jazz: el contrabajo respira con suavidad, las escobillas acarician el platillo y Joplin flota, etérea, sobre esa atmósfera onírica. El vinilo, limpio de chasquidos y con medios-graves realzados, hace que cada eco y cada reverb se perciban con una nitidez sorprendente. Y cuando irrumpe “Piece of My Heart”, un clásico destinado a la inmortalidad, los coros de acompañamiento remachan el dramatismo, los riffs exudan soul y el grito de “¡Take it!” retumba con una sinceridad tan intensa que sientes el surco vibrar bajo tu aguja.


Al darle la vuelta al disco, “Turtle Blues” retoma el pulso con un blues sincopado, crudo y narrativo: Janis cuenta su historia al calor de una lámpara imaginaria, mientras Albin y Getz construyen el colchón rítmico que sostiene cada frase. “Oh Sweet Mary” introduce un matiz más relajado, con un falsete juguetón de Joplin y un fraseo que coquetea con el country-blues; aquí, el juego de los aplausos “enlatados” de John Simon no resta autenticidad, sino que juega con esa fina línea entre estudio y directo.

El cierre llega con “Ball and Chain”, nueve minutos de catarsis sonora en los que cada golpe de batería retumba como un latido y los solos de guitarra rasgan el aire en un crescendo imparable. La voz de Janis, en el epicentro del huracán, alcanza notas tan salvajemente emocionantes que parecen hilo de electricidad pura.


En conjunto, Cheap Thrills (CBS S-63392, 1970) es un testimonio de la conexión visceral entre estudio y directo, un objeto de culto cuya fuerza radica en la voz insobornable de Janis Joplin y en la pasión de una banda que supo fundir psicodelia, blues y rock en cada surco. Si guardas tus vinilos como tesoros irrepetibles, esta edición es, sin duda, una de las joyas imprescindibles de cualquier colección, una pieza esencial para cualquier amante del vinilo que valore el culto al objeto y a la experiencia analógica.

lunes, 5 de mayo de 2025

Mud in Your Ear: el “Padre del Chicago Blues” en su vertiente más directa y despojada.


Muddy Waters - Mud in Your Ear.
Formato: Vinilo, LP, Compilation.
Edición: Spain Ⓟ 1977 Beverly Records.
Sello: Muse Records - L-30.012 B.
Género: Blues.
Estilo: Chicago Blues.
(Colección Vynil 33 de Mulsanne Stone).

En el otoño de 1967, Muddy Waters abandonaba el pulido estudio de Chess Records para dejarse llevar por la informalidad de unas sesiones encabezadas por Victoria Spivey. El resultado, publicado bajo el título Mud in Your Ear, se convertía en un documento singular: lejos de la electricidad precisa de sus hits, aquí lo encontramos despojado de artificios, entregado a la espontaneidad de una jam session.


¿Y qué sucede diez años más tarde, cuando la discográfica española Beverly Records decide lanzar este material en vinilo? El eco de aquellas cuerdas desafiantes y aquella voz rasgada adquiere un aura especial en un soporte analógico, a la vez cálido y crudo, pensado para amantes del vinilo.

Al pinchar la aguja, lo primero que sobresale es esa sensación de “estar ahí”. No hay overdubs ni ediciones mágicas: cada toma fluye, flaquea, respira. Waters intercala compases contenidos con estallidos de furia, y su guitarra, más ruda que eléctrica, se mezcla con solos de armónica y guitarra ajena que, por momentos, lo eclipsan.

Precisamente esa falta de guión es lo que convierte a Mud in Your Ear en un objeto de culto. Hay piezas donde Muddy retoma riffs clásicos, pero reimaginados con un deje jazzy; otras, incluso, se acercan al folk urbano de la época. El contraste entre su registro vocal y la instrumentación, a menudo más luminosa de lo esperable, crea un pulso dinámico que mantiene alerta al oyente, acostumbrado a la fórmula estándar del Chicago blues.


Beverly Records, protagonizando la efervescencia del blues en España a mediados de los setenta, optó por un empaque sin florituras: portada monocroma, foto de Muddy captado en plena interpretación y tipografía discreta que deja todo el protagonismo al artista. Pero es precisamente esa austeridad la que muchos coleccionistas aprecian: la ausencia de distracciones, un “menos es más” que focaliza la atención en la música.

Las galletas blancas del vinilo, característica del sello Muse Records, añade un toque de sobriedad sobre el surco. El logotipo del arpa en negro, forjada con dos cabezas de aves, evoca las cabinas de radio y los clubs de jazz donde en aquellos años se pinchaban los singles que hoy cotizan en las subastas.



En un mercado donde las reediciones digitales prometen restauraciones impecables, el vinilo de 1977 conserva ese “grano” y esa ligera distorsión en agudos que tanto enamora a los puristas. Al girar a 33 ⅓ rpm se aprecian medios potentes, donde la voz de Muddy emerge con un volumen generoso, casi frontal. Graves contenidos pero presentes: el contrabajo y la patada de la batería mantienen el pulso sin entorpecer la claridad. y unos altos sutilmente atenuados crean esa sensación de calidez y cercanía, aunque a costa de perder algo de brillo en las resonancias de guitarra.

El resultado es una escucha envolvente, imperfecta, que subraya la naturaleza improvisada del álbum. Cada crujido de vinilo se convierte en testigo de la sesión de 1967, y no en simple ruido de fondo.

Más allá de la música: el coleccionismo como pasiónPara los transeúntes de tiendas de segunda mano, hacerse con esta edición supone un viaje al pasado; la etiqueta blanca, el tip-off manual y la tipografía setentera son detalles que solo el vinilo conserva como objeto físico.

Beverly Records no tenía la distribución de los grandes sellos, así que estas copias ruedan poco. Encontrar una con funda y prensado impecables puede elevar su valor en el mercado de coleccionismo.

Mud in Your Ear, en su edición de Beverly Records, no aspira a ser el disco definitivo de Muddy Waters, sino un retrato de su libertad creativa. La irregularidad de las sesiones se convierte, paradójicamente, en su gran virtud: un testimonio de un genio que se permite explorar sin corsé.

Para el amante del vinilo, cada giro del plato reafirma la magia del sonido analógico: esa danza entre surco y aguja que ningún MP3 podrá imitar. Y para el entendido, es un recordatorio de que el blues no solo vive en los éxitos pulidos, sino también —y especialmente— en los márgenes, en las grabaciones que pitan, chisporrotean y, al final, laten con más honestidad.

Kind of Blue, uno de los discos más influyentes de la historia del jazz y una obra maestra de la improvisación modal.


Miles Davis - Kind of Blue.
Formato: Vinilo, LP, Reissue Blue.
Edición: 2017 - Europe.
Sello: DOL Records - DOL725HB.
Género: Jazz.
Estilo: Modal.
(Colección Vynil 33 de Mulsanne Stone).

El jazz modal es un enfoque armónico y melódico que, en lugar de basarse en cambios frecuentes de acordes, utiliza escalas (modos) fijos como punto de partida para la improvisación. Surgió a finales de los años cincuenta y adquirió carta de naturaleza con álbumes como Kind of Blue (1959) de Miles Davis y My Favorite Things (1961) de John Coltrane.

En el jazz tradicional, el solista improvisa «encima» de progresiones de acordes que suelen cambiar cada compás o cada dos compases; en el modal, esas progresiones se reducen a uno o dos acordes que permanecen estáticos durante largos períodos, y sobre ellos el músico despliega el modo correspondiente.

Kind of Blue es, sin duda, uno de los discos más influyentes de la historia del jazz y una obra maestra de la improvisación modal. En este álbum, Miles Davis se rodea de un cuarteto de lujo –John Coltrane, Cannonball Adderley, Bill Evans (y Wynton Kelly en un tema), Paul Chambers y Jimmy Cobb– y propone un lenguaje nuevo: basarse en escalas modales en lugar de progresiones de acordes vertiginosas.

Ambiente y atmósfera. Desde el primer compás de “So What” se respira una calma tensa: los tiempos están marcados con economía y cada nota cobra peso. Miles, con su trompeta susurrante, construye paisajes sonoros donde el silencio y los espacios entre frases son tan importantes como las propias notas. Esa ligereza en el fraseo convierte a Kind of Blue en un disco siempre nuevo, ideal tanto para el estudio como para la contemplación.

Juego de colores tímbricos. La comunicación entre los solistas es ejemplar: Coltrane y Adderley dialogan con tonos contrastados (brillantes uno, más íntimo el otro), mientras Evans aporta armonías etéreas bajo el ritmo fluido de Chambers y Cobb. La alternancia entre Evans y Kelly en “Freddie Freeloader” añade un matiz clásico que finaliza con una vuelta al ambiente modal.

Innovación estilística. El paso al modalismo abrió puertas a generaciones de músicos. Cada tema –“Blue in Green”, “All Blues”, “Flamenco Sketches”– explora un modo o escala, y el resultado es un canto a la libertad creativa. No se busca la espectacularidad técnica, sino la honestidad expresiva.

Punto crítico. Pese a su perfección, quien espere solos vertiginosos o cambios de ritmo abruptos puede sentir la propuesta algo “plana” en intensidad. Aquí prima la sutileza y la economía, lo que convierte al disco en una experiencia de escucha atenta más que en un despliegue de virtuosismo frenético.

Edición DOL Records de 2017 para Europa.

Compré en 2017 la edición europea reeditada por DOL Records, con la esperanza de una remasterización que realzara aún más la calidez analógica de la cinta original. Lamentablemente, esta versión tropieza en varios aspectos:

Mastering excesivamente digital. En lugar de recuperar la riqueza dinámica y el carácter natural del vinilo original, DOL aplicó un “lifting” digital que aplasta sutiles matices. Los pasajes más suaves de Evans se sienten comprimidos, y la trompeta de Miles carece de esa calidez casi cenital que caracteriza a la toma original.

Calidad de prensado y empaque. El LP suena con ligeros “clicks” y “pops” que no estaban presentes en las ediciones anteriores: el vinilo parece mal prensado o de material inferior. A esto se suma un sobrecubierta de cartón delgado, que muestra arañazos y bordes deshilachados en cuestión de semanas, restándole valor de coleccionista.

Faltan notas de libreto significativas. La edición no incluye el pequeño cuadernillo con transcripciones, ensayos o fotografías de época que hacen de Kind of Blue una experiencia completa. La hoja informativa se reduce a un par de párrafos impresos a una sola tinta, lo que es inaceptable para un álbum icónico y una reimpresión “deluxe” que DOL pretendía vender a precio premium.

Política de precios y disponibilidad. Pese a ser una tirada limitada, DOL la vendió a un precio casi idéntico al vinilo de otras discográficas de renombre, sin aportar mejoras de calidad. Esto deja claro que la prioridad fue explotar el catálogo con ediciones de bajo coste, más que ofrecer un producto digno de la leyenda de Miles.

En resumen, la edición de DOL Records de 2017 empaña la escucha de un disco que merece cuidado extremo en su reproducción. Kind of Blue brilla por su atmósfera y matices, y esta versión no hace justicia a su brillo original.