La miniatura.
Para un apasionado de las 24 Horas de Le Mans como yo este modelo, el Pegaso Z-102 Spyder Touring Competición con la decoración de 1953, entra por derecho propio en el saco de los denominados “imprescindibles”,
debiendo estar presente en toda colección cuyo objetivo sea la carrera gala de
resistencia. Para los que no tuvimos la oportunidad de adquirir su homólogo de
Slot Classic, esta resina era la gran esperada de la Pegaso Collection.
Particularmente
suelo evitar las comparaciones que no conduzcan a nada educativo y prefiero
centrarme en disfrutar de los coches, procurando que no me marque ninguna
referencia anterior. En todo caso la comparación debería ser (y será) con el
modelo real al que imita, el que corrió (o más bien lo intentó) en el circuito
de La Sarthe, disputando las 24 Horas de Le Mans en la edición de 1953.
Con la
enorme oferta que hay en estos momentos de coches de slot, casi ni me había
fijado en la presentación que hace de sus resinas la marca francesa Top Slot,
disponiendo los modelos en unas originales cajas negras de bella factura. Al abrirla encuentro, como paisaje de fondo, una lámina que describe una plaza
repleta de gente disfrutando de una caravana interminable de Pegasos. La
miniatura descansa sobre una simulación de suelo adoquinado. Acaba de completar
la presentación una chapa que imita las placas que se fijaban al chasis de los
coches reales, en la que se nos informa del nº del autobastidor del modelo real
y del nº correspondiente a nuestra serie limitada.
Saco la
miniatura de su lujoso contenedor y automáticamente entro en un “sube y baja”
de impresiones, es decir, disfruto viendo buenos detalles y, alternativamente,
sufro aquéllos que considero mal acabados. Lo primero que me sorprende es el
llamativo color blanco inmaculado de la pieza. Después de releer la fantástica
historia de Pegaso descrita en el libro “Los automóviles Pegaso y sus
protagonistas” de Carlos Mosquera y Enric Coma-Cros, esperaba que el coche no
fuera blanco nieve, sino más bien un color blanco marfileño (tal como describe
literalmente el mencionado libro), más adecuado al tono original del modelo
real, según los autores.
Sin embargo
paso a fijarme en sus aerodinámicas líneas y las encuentro bellísimas. Hay un
impecable trabajo de pintura y barniz, ni un solo fallo; no asi de calcas,
donde encuentro los errores más vistosos: todos los dorsales van enmarcados en
un grueso círculo negro (inexistente en el Pegaso real) y el dorsal frontal
transparenta, dejando entrever la franja central roja; aunque más que roja
parece anaranjada, desvirtuando los colores originales que se debían
corresponder con los de la bandera de España, atendiendo a la normativa de la
FIA que se aplicaba en esa época.
No
obstante, este contratiempo no desmerece el excelente trabajo que se ha hecho
en esta bonita pieza, por ejemplo dotándola de unas espectaculares llantas de
radios con mariposas de tres brazos. Los pequeños detalles encargados de
enriquecer y dar calidad a la miniatura también están presentes y bien
ejecutados: faros delanteros y sus tulipas, faros supletorios, cruz del
frontis, pilotos traseros, matrículas, cinchas y cierre del capó, tapón del
depósito, impecable retrovisor, tubo de escape… Si nos vamos al interior,
destaca el bello volante Nardi de madera con tres radios y el anagrama de
Pegaso en su centro, así como los relojes del salpicadero. El freno de mano y
la palanca del cambio, idénticos a los que aparecen en algunos modelos de la
colección, muy bien ejecutados a pesar de que quedan ocultos y prácticamente no
se ven desde fuera.
Subo de
nuevo al tobogán de los sinsabores: un derivabrisas precioso pero con el
cristal de forma rectangular: ¿nadie se fijó que los cantos deben ser
redondeados? Por último destacar el talón de Aquiles de esta colección: las
figuras al volante. En un spyder o en un coche descapotable, cobra un gran
valor el acabado del piloto, pues en los cupés o berlinas apenas lo apreciamos,
no así en este tipo de automóviles descubiertos. Confieso que el aspecto
general de los mismos ha ido mejorando y agradezco que en esta unidad el piloto
sea de cuerpo entero. Además, su acabado es bastante satisfactorio, pero no
dejan de faltarle ciertos detalles de pintura “con cara y ojos” (nunca mejor
dicho) obligados en miniaturas que rondan los 150 € de PVP o, como diría mi
padre, 25.000 de las antiguas pesetas.
Lo dicho,
un modelo que, nada más verlo, me ha supuesto sentimientos encontrados, pero
del que en general me siento muy orgulloso de poseer y con el que he disfrutado
mucho para poder compartirlo con todos vosotros.
El padre de
los Pegaso.
Don Wifredo
Pelayo Ricart, ingeniero español de gran talento nacido en 1897, se vio
obligado a dejar atrás una extraordinaria experiencia vivida en Milán, donde
trabajaba para Alfa Romeo como director de proyectos especiales. Al finalizar
la II Guerra Mundial, sintiendo sobre sí el halo perseguidor de los partisanos,
enemigos del régimen fascista italiano, buscó refugio en el consulado español y
desde Génova llegó a tierras hispanas a bordo de un barco bajo bandera
española. De regreso a España se instaló en su Catalunya natal.
Desembarcó
en un país que sufría una política de aislacionismo económico internacional
como consecuencia de la posición pro-nazi y pro-fascista de Franco frente al
conflicto bélico que sacudió medio mundo. El gobierno franquista quiso sacar
provecho de la vuelta del talentoso ingeniero a la Península Ibérica para
ofrecerle la creación de una fábrica automovilística enteramente nacional (para
mayor honra del Generalísimo).
Pero España
era una nación maltrecha por la todavía reciente guerra civil, un país lleno de
carencias y necesidades básicas en el que había que sentar unas bases sólidas
sobre las que construir su futuro. Uno de los primeros pasos fue la creación,
en septiembre de 1941, del INI (Instituto Nacional de Industria), cuyo objetivo
primordial era fomentar la creación de una red de nuevas empresas que cubrieran
el descalabrado tejido industrial del país. Bajo forma jurídica de sociedades
anónimas con mayoría de capital público debido, evidentemente, a una altísima
inversión no asumible por el sector privado, el INI animaba a que éste entrara
a formar parte de las compañías. La finalidad era que estas empresas mixtas,
una vez conseguida una cierta estabilidad financiera, pudieran ser
privatizadas.
Juan
Antonio Suanzes fue nombrado director del INI y encargó al propio Ricart el
desarrollo de un esperanzador proyecto que reindustrializara el lánguido sector
del automóvil español. Wifredo era consciente que para ello se necesitaba dotar
a las fábricas de un personal especializado, experto y cualificado,
prácticamente inexistente en esa época. Para solucionar el problema, creó en
1946 el CETA (Centro de Estudios Técnicos de Automoción) “era una escuela de
mecánica fina de cara a una maestranza que, por aquellos años, estaba un poco
acostumbrada a la chapuza”, según palabras del mismo Ricart.
A finales
de dicho año, sobre las cenizas de la tristemente desaparecida Hispano Suiza,
fue creada en Barcelona la sociedad ENASA, acrónimo de Empresa Nacional de
Autocamiones S.A., una compañía especializada en la construcción de vehículos
industriales, camiones y autocares. Los empleados especializados de la fábrica
salían, precisamente, del CETA, instruidos por el propio Ricart y por los
ingenieros de Alfa Romeo que le habían seguido en esta nueva aventura.
Llegados a
1948 el futuro de la empresa parecía incierto, pues la burocracia propia de la
administración y la falta regular de suministros hacían pender de un hilo el
cargo de consejero delegado que ostentaba Ricart en la compañía. Es más, viendo
que la situación no avanzaba por los derrroteros por él planificados, puso su
carta de dimisión sobre la mesa de Suanzes. En lugar de aceptarla, éste no sólo
le confirmó el puesto sino que además, como recompensa por afrontar la crisis
con valentía y claridad de ideas, confió ciegamente en él, otorgándole mayor
libertad de actuación. Momento idóneo que escogió el ilustre ingeniero catalán para
proponer a los dirigentes de ENASA la creación de un departamento de proyectos
de automóviles cuyo fin iba a hacer realidad su gran sueño: la creación de un
prestigioso GT, un gran turismo de sofisticada técnica; un deportivo de elevadas prestaciones
que acabaría por sorprender al mundo entero.
Llegados a
este punto vale la pena recordar la conocida (por los más apasionados del
automovilismo) y “difícil” relación que mantuvieron Wifredo Ricart y Enzo
Ferrari en el seno de Alfa Romeo: dos genios que coincidieron en la marca
italiana y cuya historia acabó en separación, como no podía ser de otra manera.
Enzo fue el primero en abandonar la fábrica marchando para crear las bases del
imperio que es hoy Ferrari.
Cuando en 1947 los
dirigentes de ENASA consideraron oportuno identificar la producción con una
marca Ricart quizás pensó, como contrapunto al emblema de il cavallino rampante y para fomentar esta rivalidad con el fabricante italiano, que Pegaso era el nombre ideal. Además, el célebre caballo
alado perteneciente a la mitología griega simbolizaba las características
propias de sus creaciones: distinción, belleza, potencia, ligereza, velocidad
y, por qué no también, un punto de indomabilidad.
El proyecto
Z-102
El primer
trabajo que se impulsó bajo el nuevo nombre fue el denominado Z-101, proyecto
de corte muy vanguardista que fue desestimado por ENASA y que nunca llegó a ser
fabricado.
Era el
momento de olvidarse de extrañas vanguardias y ejecutar una nueva estrategia
que sí le reportaría a Wifredo sus frutos deseados: diseñar un nuevo proyecto
que mostrara al mundo el alto nivel de calidad que era capaz de conseguir la
industria automotriz española. Para el gobierno nacionalista era una
oportunidad única de demostrar que se podía estar a la altura de los países
fabricantes de grandes automóviles y Ricart obtuvo el permiso y los recursos
necesarios para poner en práctica un innovador proyecto: el Z-102.
Tras dos
largos años cumpliendo con las fases de ejecución y desarrollo del proyecto, se
habían completado cinco unidades que debían servir de presentación al público.
Ricart partía de la idea de una gran puesta de largo, escogiendo el Salón del
Automóvil de París como escenario ideal para revelar el misterio del esperado
turismo español. Pero las normas de educación no escritas aconsejaban que, dado
que la financiación había corrido a cargo de la Administración y que ENASA era
una empresa del INI, el coche debía presentarse en España.
Con la
presencia de la inmensa mayoría de los empleados que hicieron realidad el
proyecto, el evento tuvo lugar el 20 de septiembre de 1951 en las instalaciones
de Pegaso situadas en La Sagrera (Barcelona). En los mismos jardines del
recinto cerrado fueron presentados el primer prototipo de color negro (chasis
0101) y las dos berlinetas de color tabaco y cobre (chasis 0102 y 0105). El
cabriolet verde claro (chasis 0103) y la berlineta roja (chasis 0104) fueron
presentados en el hall de la fábrica.
Cumplido el
trámite de Barcelona, la presentación internacional de Pegaso para el gran
público tuvo lugar en el 38º Salón del Automóvil de París celebrado en octubre
de 1951. En esta ocasión la exposición de los vehículos españoles fue semejante
a la acontecida en la fábrica de La Sagrera, pues los cupés color tabaco y
cobre estaban ubicados en la calle, fuera del Grand Palais, dispuestos a hacer
demostraciones. Y tanto la berlineta roja como el cabriolet verde claro se
exhibían en un céntrico stand del palacio ferial, junto a un espectacular
motor de 8 cilindros colocado en un pedestal giratorio. Al propulsor se le
habia dado un tratamiento en color negro mate, cromando toda la tornillería y
demás accesorios, otorgándole de esta manera un especial atractivo.
Un dossier
informativo que se repartió entre las publicaciones especializadas del sector,
un excelente catálogo con ilustraciones hechas a mano y, por qué no, unas
guapas azafatas encargadas de informar al público, fueron de gran ayuda para
que la campaña de promoción obtuviera un rotundo éxito.
Pegaso en
Le Mans.
En 1952, a
la sede del Automobile Club de l’Ouest llegó una solicitud de ENASA para
participar con tres coches en las 24 Horas de Le Mans de ese mismo año.
Aceptada la inscripción, se desplazaron tres berlinetas aligeradas Pegaso para
los entrenamientos oficiales previos que se desarrollaron en el mes de abril.
Dado que los resultados fueron totalmente desalentadores (debido en parte a un
fallo de diseño del motor), Ricart canceló la solicitud hecha para competir en
Le Mans.
Para la
edición del año siguiente, Wifredo P. Ricart había concebido inicialmente la
idea de inscribir dos Bisiluro para la carrera de resistencia: uno ya había
sido acabado (chasis 0110) mientras que el otro estaba en fase de construcción
(chasis 0111). Pero estos “torpedos” eran diseñados expresamente para
participar en los rapidísimos autódromos y, sin embargo, el circuito de La
Sarthe no se ajustaba a esta configuración. Tengamos en cuenta que esta carrera
de resistencia se celebraba (y sigue celebrándose en la actualidad) sobre
carreteras propiamente dichas con sus cerradas curvas incluidas, por lo que los
Bisiluro se descartaron definitivamente para la prueba gala.
Eliminados
los rápidos Pegaso, Ricart decidió enviar tres chasis (0127, 0142 y 0145) del
Z-102 a Milán, para que el experto carrocero Touring vistiera los tres
vehículos con carrocerías superleggera. Se habían preparado tres motores
2.8 sobrealimentados con un compresor de baja presión. Cuando los tres spyder
llegaron a los talleres de Barcelona a finales de mayo, llamaron poderosamente
la atención de todo el personal de la fábrica por la pureza de sus líneas.
ENASA
solicitó al ACO la inscripción de los tres Pegaso STC (Spyder Touring
Competición) para las 24 Horas de Le Mans de ese año; estaba previsto que
participaran dos y el tercero aparecía como suplente, con la opción de correr
en el caso que se produjera alguna baja. El mayor problema que se presentó fue
la falta de tiempo, teniendo en cuenta que la carrera se iba a celebrar a
mediados de junio. Para colmo de males, uno de los motores escogidos para la
carrera se quemó en un incendio fortuito en las instalaciones de La Sagrera,
mientras se le estaba sometiendo a una prueba de resistencia. El spyder
suplente, por tanto, se quedaba sin motor y ya no se movería de Barcelona.
Los
encargados de la expedición tuvieron el tiempo justo para prepararla, apenas un
mes. Se partió hacia tierras galas con unos Pegaso Mofletes que llevaban lo que
hoy llamaríamos logística y con el Pegaso Bacalao, un bellísimo camión-taller
con capacidad para alojar en su interior los dos spyder. Una vez llegados al
circuito, las rigurosas verificaciones técnicas del ACO no fueron obstáculo
para “nuestros pegasines”, que las pasaron con éxito. Los comisarios de carrera
fueron los encargados de asignar los dorsales: el #28 (chasis 0145)
correspondiente al equipo que formaba Juan Jover con el príncipe de Metternich
y el #29 (chasis 0127) de Joaquín Palacio y Julio Reh.
Los
entrenamientos oficiales se celebraron el miércoles 11 por la noche y el jueves
12 por la tarde. Ambos coches realizaron unos buenos ensayos si nos atenemos a
los tiempos conseguidos frente a sus competidores y a la velocidad punta
alcanzada. Pero se adivinaba un serio problema, una grave carencia de frenos,
pues se antojaban insuficientes ante el sobresfuerzo que se les pedía al llegar
sobretodo a Mulsanne, tras la larga recta de Les Hunaudières. Vuelta tras
vuelta, 24 horas sin descanso...
Por este
motivo Joaquín Palacio suspendió su sesión de entrenamientos para someter al
coche a una profunda revisión. Mientras, la desgracia se iba a cebar con
crueldad en el equipo Pegaso, más concretamente en su piloto Juan Jover, sin
duda el más experimentado de los cuatro: una desafortunada maniobra mientras
adelantaba a gran velocidad a un Cunningham en la rápida curva Dunlop, lo llevó
a derrapar y chocar contra el talud de tierra situado en el margen izquierdo
del circuito y, de rebote, contra el talud ubicado en el lado contrario. Dada
la magnitud del golpe, el cuerpo de Jover salió catapultado desde el
compartimento de su automóvil fracturándose, en su aterrizaje, una pierna por
varios sitios, quedando inconsciente y en un estado muy grave.
Trasladado
a un hospital de París, fue intervenido quirúrgicamente por su amigo el doctor
Soler-Roig, desplazado urgentemente a Francia, que logró salvar la maltrecha
extremidad de una amputación irremediable. Esta cadena de inforturnios que
empezó con el incendio de un propulsor y acabó con el terrible accidente de
Jover, obligó a la retirada del equipo al completo, volviendo todos de nuevo a
Barcelona.
Wifredo
Pelayo Ricart, talentoso ingeniero español, consejero delegado de ENASA y
creador de los “pegasines”, una saga de automóviles que marcó decisivamente la
historia de nuestro automovilismo, al anunciar la mencionada retirada del
equipo Pegaso, dejó una frase lapidaria, una frase para la posteridad:
“nuestros pilotos carecen de la necesaria experiencia”.
Pegaso
siguió compitiendo por todo el mundo, pero nunca más volvió a Le Mans…
Fotografías: Juan Urrios
Alex, una joya este Pegaso. No importa si el blanco es demasiado blanco, si el rojo es algo anaranjado, y el resto de los fallos que nombras. Lo importante es que es la representación de un auto mítico para tu país, un intento de conquistar Le Mans. La presnetación es muy bella, con ese dibujo en la caja y la base con adoquines.
ResponderEliminarAcá puedes ver fotos del auto real:
Del nº 28:
http://www.lemans-history.com/fotos.php?ok=&ano=1953&equipa=%20%2028&equipa_seq=0&piloto=
Y del nº 29:
http://www.lemans-history.com/mostra_eq.php?ano=1953&equipa=%20%2029&equipa_seq=0
Abrazos!
http://juanhracingteam.blogspot.com.ar/
Una entrada absolutamente preciosa. Es un coche muy bello, y la historia de Pegaso también me ha gustado mucho. Nobel de literatura para ti (o de la paz o de la guerra, pero un Nobel te mereces) gracias por acercarnos este pedacito de historia del automovilismo español
ResponderEliminarMuchas gracias a los dos por vuestros comentarios. Como se nota que sois unos colegas estupendos, cada uno en su manera de ver el automovilismo.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Hoy después de mucho tiempo puedo disfrutar de este modelo,tiene algunos desajustes con el original,pero que más da.
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